Una vez más, hoy tengo que pediros disculpas. No es fácil para un economista encajar, día tras día, tal abundante chorreo de malas noticias con tan empecinada insistencia en que se está avanzando en la buena dirección. Así pues, en esta entrada haré un repaso, a grandes rasgos, de los resultados de la puesta en práctica de aquellas medidas aconsejadas por la doctrina económica dominante. Espero resultar didáctico y no aburrir demasiado.
En el momento de la irrupción de la crisis, el diseño de la unión monetaria europea (véase mi entrada A vueltas con la economía I, de 3/6/2012) y la concepción téorico-ideológica del sector público determinaban que la única receta para estimular el crecimiento habría de consistir en la combinación de políticas de disminución del gasto público con medidas de fortalecimiento de la competitividad exterior, sobre todo a través de recortes salariales que, al elevar la productividad, permitiesen una expansión del sector exportador, siguiendo el ejemplar patrón germánico.
Por lo que respecta a la concepción teórico-ideológica del sector público, se daban por válidas dos premisas: de un lado, que la incidencia directa del gasto público sobre el crecimiento de la economía en los países desarrollados era bastante limitada (así, el FMI estimaba que cada euro público gastado tan sólo repercutía en 50 céntimos en el PIB) y, de otro, que dicho gasto comportaba un perjudicial desplazamiento de recursos desde el sector privado para poder financiarlo (efecto que se conoce como crowding-out, o efecto expulsión). Siendo esto así, lo correcto sería recortar tal gasto, de forma que, detrayéndose menos recursos del sector privado, éste, más eficiente y productivo por definición, estaría en mejor disposición de capitalizar la actividad económica.
A todo ello se añadía una intepretación peculiar de la situación española, que habría emprendido un arriesgado proceso de aumento del gasto público hasta niveles, si no insostenibles, cuanto menos inadecuados. Y tal gasto se había podido financiar gracias a una evolución ficticia de nuestra economía, alentada por la burbuja inmobiliaria. (análogamente, me remito a mi entrada A vueltas con la economía II, de 5/6/2012)
Antítesis
El FMI ha reconocido recientemente en sus informes sobre la economía mundial que la incidencia del gasto público en la actividad económica es mayor de lo que pensaban, cifrándola en un intervalo comprendido entre el 90 y el 170 %. Esto supone tanto una mayor capacidad de estímulo de aquél (cada euro público gastado se traduciría, como poco, en 90 céntimos de PIB, pudiendo llegar hasta 1,7 euros !) como, lo que es peor, un mayor efecto negativo en el sentido inverso, cuando el gasto público se reduce.(1)
Por otra parte, el envidiable modelo exportador alemán comienza a manifestar cierta endeblez: siguiendo, por ejemplo, al profesor Vincenç Navarro en su artículo El modelo exportador no nos sacará de la crisis(2) el crecimiento de la economía alemana está comenzando a aminorarse como consecuencia de la caída de sus exportaciones, tanto hacia la Eurozona (empobrecida por las medidas de austeridad) como hacia EEUU, China, Rusia y Japón, países éstos que a su vez están ralentizando su ritmo de crecimiento. En un escenario así, las medidas contractivas quedan en evidencia, frenando el crecimiento por el mecanismo que acabamos de explicar. Esto es, que las políticas de disminución del gasto, en ausencia de una fuerte actividad exportadora y sin posibilidad de estímulo monetario ni a través de bajadas de tipos de interés ni de devaluaciones competitivas, estarían actuando de manera procíclica, deprimiendo la demanda de consumo e inversión interna y, en definitiva, frenando la actividad.
Volviendo al caso español, hemos de rebatir la idea de que con anterioridad al desencadenamiento de la crisis nuestro nivel de gasto público fuese desmedido. Los datos lo desmienten: por una parte, el gasto público español entre 2002 y 2007 se situó entre el 38%-39% del PIB, mientras que la media de la eurozona se situaba, para esos años, entre el 48% de 2003 y el 46% de 2007; por otra, según EUROSTAT, entre 2002 y 2007 nuestro PIB per cápita alcanzó el 90% de la media de la Eurozona , mientras que el gasto social tan sólo representaba el 65% de dicha media.
Es decir, que la situación de partida al inicio de la crisis era la de una economía con un un volumen de gasto público y un desarrollo de las políticas del bienestar más bien discretos. (3)
Síntesis
El paro en España acaba de superar por primera vez en nuestra historia el escandaloso 25%, y la pérdida de riqueza de las familias se sitúa ya a la cabeza del grupo de países de la Eurozona. No hace falta que siga enumerando datos, pues en mente de todos están.
Por su parte, las cifras de coyuntura de la mayor parte de las economías europeas son bien poco halagüeñas, con tasas de variación del PIB que tienden hacerse nulas o decrecientes.(4)
Otra desgraciada consecuencia de este despropósito es el apreciable aumento de la desigualdad de rentas tanto en nuestro país como en la propia UE, observado, por ejemplo en la evolución del ratio 80/20, que mide la relación existente entre la renta disponible del 20% de la población que más ingresos percibe y la del 20% de la población con menores ingresos: si en 2008 dicho ratio arrojaba para España un valor de 5,4 (es decir, que en tal año el grupo de población representativa de los más ricos percibía ingresos 5,4 veces superiores a los del tramo de población más pobre) y un valor de 4,8 para el conjunto de países de la Eurozona ; en 2011 esa cifra era del 6,8 y del 6,0, respectivamente.(5)
Cada vez, pues, van quedando menos dudas sobre lo palmario del fracaso de la imposición del dogma de la austeridad. En el caso español, el panorama evidencia un preocupante desplome de la demanda agregada: con un consumo privado deprimido por las disminuciones salariales, el desempleo y las elevaciones impositivas; una demanda de inversión minada por la incertidumbre y la alarmante carencia de crédito; un gasto público recortado hasta la saciedad y cada vez más improductivo por la creciente carga financiera de los intereses de la deuda; y un saldo exterior que sí, experimenta una ligera mejoría, pero a todas luces insuficiente.
Ya propuse algunas medidas alternativas en mis anteriores entradas, y a ellas me remito, mientras los políticos de acá siguen empeñados en manifestar que se está actuando en la buena y única dirección, con la valentía imprescindible para adoptar decisiones impopulares que propiciarán la salida de la recesión y la creación de empleo. Claro que, mientras los ciudadanos sigan comprometidos con tal discurso, la estética del fracaso seguirá acreditando su glamour.
© Álvaro César Lara. Todos los derechos reservados
(1) Moreno, Marco Antonio; El FMI da un giro en 180 grados y reconoce que subestimó los multiplicadores fiscales,en El blog salmón, 15/10/2012.
(3) Véase, por ejemplo, Martín, José Moisés:¿Podemos permitirnos nuestro estado social?, en el blog “Agenda Pública” de Eldiario.es, 02/10/2012, http://www.eldiario.es/agendapublica/Podemos-permitirnos-social_6_52554746.html
(4) EUROSTAT, Gross domestic product, volumes, Percentage change q/q-4, http://epp.eurostat.ec.europa.eu/tgm/table.do?tab=table&init=1&plugin=0&language=en&pcode=teina011&tableSelection=2
(5) EUROSTAT, Income quintile share ratio (S80/S20) http://epp.eurostat.ec.europa.eu/tgm/table.do?tab=table&init=1&language=en&pcode=tessi180&plugin=0
Magnífica entrada: clara y rigurosa. Frente a la vorágine de los datos diarios, siempre es de agradecer recapitulaciones como la que haces, para no perder la visión de conjunto, que es la única que nos puede orientar. Ahora bien, junto a esta "estética del fracaso" -dejaremos un bonito cadáver, como decían los beats-, ¿cómo entender la ética del votante de derechas?
ResponderEliminarOjalá los políticos tomaran nota y rectificasen.
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