Espacio destinado a la divulgación de mi obra poética. También muestra algunas de mis preferencias literarias, musicales, cinematográficas o artísticas en general.



miércoles, 15 de febrero de 2017

EL PRIMER BEETHOVEN

  Asomarse a las obras primerizas de Beethoven supone emprender un viaje hacia el futuro retrotrayéndonos al pasado inmediato del compositor. Como si diésemos marcha atrás —hacia 1796 por ejemplo— para, sabiendo de donde venimos, contemplar como ya dado el inefable salto que habremos de dar. En dicha expedición la mano del artista nos agarra con firmeza y nos advierte de que el pasado sirve, y seguirá sirviendo siempre, para tan exorbitante trayecto, e incluso se atreve a mostrarnos cosas de ese intacto planeta, listo para ser conquistado.



 Sirva lo anterior como disculpa para introducir un tópico: qué grande era Beethoven. Pero además de serlo, es que lo era desde muy temprano. El genio había madrugado, y nadie, salvo él, estaba al cabo de aceptarlo. Y mucho menos, claro, de entenderlo. Haydn debió de alucinar cuando vio sus primeros pentagramas.
  A propósito de esto se me cruzan dos versos del libro “Ser el canto”, de Vicente Gallego:   

Cerrado veo el trato, canta en mí
toda una eternidad de cumplimiento.

  Y es que la ruta estaba germinalmente trazada. Y qué emoción produce descubrirlo en esas obras de juventud, con el clasicismo afirmado tan a flor de piel que ya está adelantando frutos. Pongamos por caso esa primera sonata para violonchelo y piano, su op.5, nº1. Ya es puro Beethoven: si el recurrente tema del primer tiempo nos siembra la duda, el conclusivo segundo movimiento nos muestra no poco de la orografía de ese nuevo mundo aún incomprendido. Sigue siendo demasiado incluso para hoy. La estupenda violonchelista argentina Sol Gabetta, junto al pianista francés Bertrand Chamayou, abordan la obra con respeto y desenfado, calidez de fraseo y perfilada transparencia. Se ve que llevan bastante tiempo tocando juntos, el sonido está muy pulido, y la emoción aflora cuando debe sin perder el equilibrio: es más, naciendo del propio equilibrio.

  Sin embargo, nunca abandonó Beethoven la estela clásica. Lo mismo que al comienzo de su peregrinar tenía ya el futuro pergeñado, ni siquiera en sus obras más maduras —los últimos cuatetos y sonatas, la Novena Sinfonía, las Variaciones Diabelli— dejó de tener presente cuanto le había precedido, el clasicismo y más atrás, como dando a entender que su idea, su visión, su concepto de la música debía quedar libre de cualquier consideración estacional, para asentarse en un más allá que no sería otro sino el de la absoluta eternidad de su presente. 


LICEO DE CÁMARA XXI

SOL GABETTA, violonchelo
BERTRAND CHAMAYOU, piano

Obras de Schumann, Beethoven y Chopin

AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA | Sala de Cámara | VIERNES 10/02/17 19:30h


© Álvaro César Lara, 2017 - Todos los derechos reservados


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