El pasado 11 de octubre ha dado
comienzo la ambiciosa iniciativa del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)
de organizar un ciclo consagrado a la interpretación de la obra completa para
órgano de J.S. Bach, en sesiones de mañana de sábado dispuestas en torno a la sugerente
idea de unir la experiencia intrínseca del concierto con la tradicional degustación
de un aperitivo —amenizado por conjuntos de jazz que interpretan en directo arreglos
de obras bachianas— en el propio recinto del Auditorio Nacional de Música de Madrid.
El denominado proyecto “Bach Vermut” pretende, pues, durante esta
temporada y la siguiente, acercar al público de un modo grato y asequible (los
precios de las entradas son de 5 €, o incluso de 3 € para los menores de
veintiséis años) tan monumental corpus, de manos de organistas de contrastado
curriculum que irán haciendo sonar el formidable órgano del auditorio en su vigésimo
quinto aniversario de vida (1).
Vaya por delante nuestra enhorabuena a los promotores de la apuesta —secundada por comerciantes del gremio de la alimentación—, que en su
primera convocatoria cosechó un rotundo y merecido éxito.
Pasando a lo estrictamente musical, estimamos que el arranque de esta
aventura no ha podido resultar más satisfactorio. Al frente del colosal
instrumento estuvo el francés Michel Bouvard (Lyon, 1958), organista de fraguado prestigio al que pudimos no sólo oír, sino también contemplar su arte a través de una pantalla colocada a un lado del escenario: acertadísima
y enriquecedora vía de aproximación entre intérprete y público, habitualmente
alejado de aquel cuando de órganos se trata, cosa que le suele privar, por
desgracia, de la extraordinaria plasticidad que entraña el manejo de un
instrumento de tal envergadura. Y no sólo de ello, pues la posibilidad de acercarse
a manos y pies del organista entendemos que promueve una mayor implicación del
oyente con respecto al fenómeno musical, amén de concienciarle de la notable dificultad
que acecha al instrumentista. Sobre esto hay que destacar, asimismo, la notable
exactitud con que se llevó a cabo la retransmisión, alternando con ilustrativa propiedad
los planos de intérprete, teclados y pedalero —por cierto, para más de uno fue una
auténtica sorpresa descubrir que un órgano tiene un teclado que se toca con los
pies.
En cuanto al programa, compartimos la percepción de que un desafío así
debe inaugurarse con la que seguramente sea la más célebre página organística
de la Historia, la Tocata y fuga en re
menor. Así se ha hecho en diversas recopilaciones discográficas, y desde
aquí elevamos la propuesta de que se vuelva
a interpretar en el transcurso del ciclo. A la misma categoría de obras
pertenece la espléndida Tocata, adagio y
fuga, BWV 564, maravilloso broche para este concierto, con ese cantabile adagio que confirma las
posibilidades melódicas de un Bach emancipado del universo de la fuga. En ambos
casos, Bouvard ofreció versiones impecables, de esmerada claridad
contrapuntística y frugal ornamentación: un Bach sobrio y elegante, de fino
trazo y seductor aliento expresivo. Tales obras maestras se acompañaron de dos de los llamados Corales de
Leipzig, los BWV 656 y 661 —magnífica, por cierto, la versión de éste
último, con la melodía del coral delicadamente mantenida—, seis piezas del Orgelbüchlein (pequeño libro de órgano,
traduciríamos), exquisitamente expuestas y, en el centro, a modo de bisagra, el Ricercar a 6, perteneciente a la Ofrenda Musical, partitura más analítica y
recia, del último período del compositor, que nos llegó convenientemente
desgranada, libre de indeseables emborronamientos.
En resumen: bienvenido sea este ciclo,
programado con entusiasmo, rigor y atractivo enfoque. Excelente propuesta para
una mañana de sábado: disfrutar durante una hora de esta inmarcesible música y
a continuación tomarse un placentero aperitivo sazonado de buen jazz —con la
mejor compañía si es posible, of course.
Enlaces:
────────────
(1) La
construcción del gran órgano de la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de
Música de Madrid fue encomendada por el INAEM en 1987 al prestigioso maestro organero
alemán Gerhard Grenzing, que estuvo presente en el concierto.
© Álvaro César Lara, 2014 - Todos los derechos
reservados
Afortunadamente esta iniciativa continúa y nos permite disfrutar de encantadores momentos en invernales mañanas de sábado, disfrutando un variado entretenimiento y aperitivo. El placer de la música de órgano es a veces eclipsado, y siempre complementado, por la música de jazz que en ocasiones resulta fantástica. A todo ello se añade el deleite de observar el disfrute del jazz por el público de más edad, acompañado de leves bamboleos de cuerpos más que adultos y movimientos de pies que a veces suben al tobillo o toda la pierna.
ResponderEliminarRecomendable.