La propicia casualidad
ha querido que en el transcurso de apenas un mes haya podido toparme con dos de
las mayores creaciones musicales de todos los tiempos: a la Novena Sinfonía de
Beethoven —con la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela— se ha sumado ahora una
de las indiscutibles cimas de la música religiosa universal, la Pasión según
San Mateo de Bach. Y digo universal porque, independientemente de las creencias
religiosas de cada uno, la ascendencia dramática de semejante monumento, su
maestría compositiva, alcanzan tales cotas de intensidad y patetismo que acaban
conmoviendo al espectador por uno u otro camino. A ello contribuyeron, en nuestro
caso, dos elementos de muy distinta
naturaleza: por un lado el montaje de una pantalla de sobretitulado en la que
pudo seguirse el texto en edición bilingüe, y por otro la excelsa interpretación
de la obra con que nos obsequió el especialista belga Philippe Herreweghe al
frente de su Collegium Vocale de
Gante, señero conjunto especializado en este repertorio que desde hace cuarenta
años lleva de su mano deleitándonos. En este último sentido, no bastaba, obviamente,
con la rigurosa capacitación técnico-musical y el profundísimo conocimiento de
la partitura por parte de maestro e intérpretes, sino que debía estar presente
ese punto de inspirada concentración que pusiera en marcha los esquivos
resortes de la emotividad y el asombro. Cuesta pensar que esto ocurra en el
contexto de una exigente gira que está llevando a la agrupación de un lado para
otro en las últimas semanas, pero lo cierto es que, por lo que a mí respecta,
las más altas expectativas fueron rebasadas con creces, y sin temor a equivocarme
afirmo que esta entrega de la Matthäus
Passion es una de las más redondas y conmovedoras que jamás haya podido
escuchar.
Uno de
los aspectos que apoyan la rotundidad de mi aserto es la subjetiva rapidez con
que transcurrieron las casi tres horas de representación del oratorio, cosa que
en absoluto me ha sucedido en otras ejecuciones de esta misma obra. Y otro,
claro está, es el imprescindible —aun no suficiente— bagaje técnico, la honda
comprensión y amor por semejante música que tantos años llevan acreditando estos
cantantes, instrumentistas y director. Bastó el maravilloso doble coro del
comienzo para apreciar la suprema calidad del conjunto vocal: dispuesto en la
forma bipartita prevista en la partitura, con un grupo femenino en el centro, exhibió
una redondez, expresividad, dicción y afinación ejemplares, manifestada
asimismo en las intervenciones solistas de alguno de sus miembros a lo largo de
la velada —como las de la soprano Dorothee Mields o la del contratenor Damien
Guillon, que pese a cierta dificultad aislada cantó con un estilo irreprochable—.
Como único punto discreto en la dirección me pareció el tempo elegido para el coral final, que a mi juicio debió ser algo
más reposado, dada la solemnidad conclusiva del momento. En cuanto a los
instrumentistas, emplazados asimismo en forma de doble orquesta enfrentada a due cori, con el nutrido bajo continuo
en la parte central, tuvieron un día especialmente inspirado. Memorables fueron
los episodios solistas de oboes y flautas, y las dos secciones de violín
mostraron un empaste, calidez de fraseo y afinación sobrecogedoras, destacando
la absolutamente extraordinaria labor de la concertino Christine Busch, tanto como
líder del conjunto como en su papel de solista en la bellísima aria Erbarme dich, mein Gott (Apiádate de mí,
Señor, nº 39). Y sobresaliente, por resaltar algún momento culminante del concierto, fue el clímax alcanzado en la patética aria Können
Tränen meiner Wangen Nichts erlangen (Si las lágrimas de mis mejillas son
impotentes, nº 52).
Todo ello, amén de un excelente,
sutil y equilibrado grupo de bajo continuo, y la muy expresiva prestación del
tenor Maximilian Schmitt como Evangelista —de una voz potente y clara— y del
barítono Florian Boesch como Jesús, contribuyó a dotar al relato evangélico de
la verosimilitud expresiva necesaria para transmitir, lejos de cualquier grandilocuencia, el mensaje espiritual —y en esencia, humano— fervientemente perseguido
por Bach y su libretista Picander.
Coro final: Wir setzen uns mit Tränen nieder (Llorando nos arrodillamos)
Aria Können Tränen meiner Wangen nichts erlangen (Si las lágrimas de mis mejillas son impotentes)
Johann Sebastian Bach
Johann Sebastian Bach
Matthäus-Passion, BWV 244 (1727)
COLLEGIUM VOCALE GENT
PHILIPPE HERREWEGHE, director
Madrid, Auditorio Nacional de Música, 9-4-2017
04/17
,TMADRID, AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICAORIO NACIONAL DE MÚSICA | DOMINGO 09/04/17
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