De nuevo tuvimos por
aquí a la Simón Bolívar con Dudamel. Enorme satisfacción para muchos –pese a
que la hora de la cita no se antoje de lo más idóneo– el poder reencontrarse
con tan extraordinaria orquesta, después de su visita de 2012, que aquí en su
día reseñamos. Pues bien, el tiempo pasa y no hace sino acreditar la excelencia
de esta institución, soberbiamente asentada en el panorama musical con el
respaldo de la Deutsche Grammophon, desde aquel primer disco de
2006 consagrado a las sinfonías 5ª y 7ª de Beethoven.
Y precisamente Beethoven, con su Quinta, constituyó el primer plato de
este nuevo concierto, cuya lectura, aun con matices, nos pareció más que
notable. Efectivamente, algún titubeo detectamos en el primer tiempo, y sobre
todo un no muy afortunado tratamiento del posterior andante con moto, aquejado de cierta precipitación, que restó
encanto al fraseo del tema principal y acabó por condicionar la evolución de
todo el movimiento. Hecha la salvedad, a continuación asistimos a un
excepcional abordaje de los dos últimos tiempos, en los que la habitual sobrecarga
de efectivos –ya no se suelen manejar estos repertorios con plantillas tan
nutridas– no fue obstáculo para una primorosa y aérea traducción: sin
exhaustividad destacaríamos la apabullante intervención de los contrabajos y un
tratamiento de los pizzicati de lo
más atractivo.
La segunda parte incluyó
piezas extraídas de la monumental tetralogía wagneriana, recientemente llevadas
al disco. Partituras tan excepcionales favorecen el lucimiento de una orquesta apegada
al gran formato, aun cuando empresas así no carecen de riesgo. Me refiero a la
sombra de la ortodoxia y de la tradición, que pueden representar un obstáculo
frente a prejuicios de iniciados. Por mi parte, desconozco la impresión que tales
versiones hayan podido suscitar en wagnerianos de pro, aunque a mi juicio éstas
resultaron de lo más suculento. Y no me refiero únicamente a los pasajes de
bombo y platillo, sino a esos sublimes prodigios de refinamiento, esas mágicas
atmósferas de cuento tan espléndidamente pergeñadas por el compositor. En este
sentido, la dirección en los Murmullos
del bosque (de la ópera Sigfrido), me pareció de lo más fascinante, con
unos bellísimos solos de chelo y violín y unas intervenciones prodigiosas del
viento-madera. Luego, por supuesto, cuando los pentagramas demandan
contundencia (Cabalgata de las valquirias,
marcha fúnebre de El ocaso de los dioses)
naturalmente que la hallaron, y de la buena –aun sin perder de vista una
meritoria claridad de exposición–, si bien yo me decantaría más por aquel otro
aspecto, el de la aquilatada exuberancia tímbrico-melódica en ese sutil y
cauteloso rumbo hacia la emotividad.
© Álvaro César Lara, 2015 - Todos los derechos reservados
(*) Una grabación de este concierto puede verse actualmente a través de Canal + extra.
© Álvaro César Lara, 2015 - Todos los derechos reservados
(*) Una grabación de este concierto puede verse actualmente a través de Canal + extra.
El concierto fue impresionante. Yo no entiendo mucho de música, pero , lo cierto es que
ResponderEliminarfue una experiencia inolvidable. A pesar de la hora, salí feliz, relajada y contenta de haber asistido.
Previamente, para prepararme un poco había leído tu entrada de 2012.
Gracias por tus consejos que me animaron a no perderme un acontecimiento tan importante en mi vida.