Espacio destinado a la divulgación de mi obra poética. También muestra algunas de mis preferencias literarias, musicales, cinematográficas o artísticas en general.



domingo, 11 de diciembre de 2016

RAFAEL SOLER: “LAS CARTAS QUE DEBÍA”

  Tocar fondo para reafirmar esa profecía que llamamos vida. Probar (y com-probar) el putrefacto latido de la muerte en hospitales, psiquiátricos y residencias de ancianos para poder verse a uno mismo en la mesa final de operaciones, allá donde /una mano postrera que no es tuya/ está ya /apagando la luz para cerrar mi historia/. 
Tal profecía está explícitamente enunciada en los versos iniciales: /cruzarás el umbral apartarás las sombras/ y al cabo de tu historia tropezarás contigo/. Pero es obvio que tal cumplimiento (o autocumplimiento) de la profecía es una tarea bien ardua que, partiendo de la más férrea voluntad (no encontraréis mis sábanas vacías/ no pasará) exige el seguimiento de un estricto protocolo, excelentemente expuesto en el poema Receta para una biopsia consentida:  /tomad la víscera completa/ desprovista de piel y de esperanza/ (…) /que corra el agua/  limpiando con esmero su pasado (…) /cortad después en láminas severas/ el lado más oscuro del rencor/ los entresijos solemnes del orgullo/ la huella que dejaron los errores/ (…).
Hasta aquí sería entendible que el lector se diera por vencido, que no superase el bronco desafío que el poeta le propone en unos magníficos versos de compungido trazo, pues nadie puede asegurarle el triunfo en una empresa semejante. El miedo es libre.
Mas lo anterior es necesario para delimitar el territorio: así, una vez asimilado que /no te acompaña nadie en este viaje/ y que /vivir es decidir/ y todo error es tu grandeza/ no cabe sino el compromiso moral autoafirmativo, expuesto en los concluyentes versos  /haz lo que debas/ y a nadie debas nada al concluir tu obra/ por arriesgada tuya/ por tan hermosamente inútil solo tuya/, máxime cuando la disyuntiva vital se cifra /entre vivir por una vez entero y ser vivido entero/. Solo de esta forma puede hacerse frente a la inevitable pérdida, puesto que si /perder es la manera de alumbrar en soledad una certeza/ entonces no cabe sino /perder a muerte plena/ a seca cimitarra en busca de tu cuello/.
Finalmente, tal proceso de esclarecimiento es el que nos va a permitir poner en orden la conciencia de nuestras heridas, mantener en cuarentena la tristeza, sabiendo que /mide exactamente lo que mide/, la culpa, que /en un recuerdo cabe/ o las cuentas que quedaron pendientes con quienes ya no están, desde la apaciguadora certeza de que /ninguno en edad de merecer/ toca el timbre y alza un dedo/ para un ajuste de cuentas con su vida/ y con mi sueño/.
De modo que con todo ese copioso bagaje es como se llega al fin de este exigente, intenso, lúcido y removedor libro que, haciendo un guiño al título del que le precedió en publicación, se cierra con este hermoso poema que cito en su integridad:


Maneras de volver


Celebra con un brindis
cuanto ahora pacífico se acerca
a la turbia alacena de tus ojos

bebe el vino templado que te ofrecen
haciendo de tu boca la jofaina
que guardará por siempre su recuerdo

saluda escucha templa el ceño
desenfunda cuidadoso los abrazos

has llegado
donde quiera que sea ya has llegado.


Rafael Soler (Valencia, 1947)
Las cartas que debía
Ediciones Vitruvio, 2011

© Álvaro César Lara, 2016 - Todos los derechos reservados

1 comentario:

  1. Desde luego, si una de las finalidades de una reseña editorial es la de orientar y animar a la compra de un texto, indudablemente lo has conseguido.

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