Como es sabido por la mayor parte de los que visitáis mi blog,
el pasado año vine publicando una serie de artículos dedicados a repasar la
totalidad de la obra instrumental de Antonio Vivaldi, en los que ofrecía una
completa antología personal de su ingente obra. De modo que el concierto del
pasado viernes 19 de mayo fue un muy gratificante reencuentro con esas
composiciones tan queridas, que anidan en lo más hondo de mi memoria musical. Europa Galante, aquel revolucionario grupo que fundara el excelso
violinista Fabio Biondi a comienzos de los 90 del pasado siglo, sigue siendo en
la actualidad un grupo referencial en la interpretación fidedigna de unas obras
cuyo enfoque ha vivido toda suerte de excesos, desde las hipertróficas e
indigeribles versiones anteriores al movimiento historicista hasta los
exorbitados dislates que en nombre de una presunta ortodoxia llegaron a elogiarse.
Hace poco, el violinista Enrico Onofri, que antaño grabase las Cuatro Estaciones con la agrupación Il
Giardino Armonico —esencial e imaginativa a raudales, por otra parte—, declaró en una entrevista que hoy sería inasumible
presentar una grabación barroca bajo aquellos presupuestos tan radicales.
Pero
el tiempo fue asentando los preceptos, y las agitadas aguas fueron remansándose
en un cauce más plausible: el sonido anguloso y seco se ha redondeado, los
contrastes de tempo y dinámica ya no
son tan bruscos, los acentos han perdido virulencia. En este punto es donde
podemos encajar los presentes atributos del conjunto de Biondi, tal como se
pudo comprobar en esta última comparecencia madrileña: equilibrio y
homogeneidad ante todo, sin perder no obstante las necesarias dosis de
atrevimiento y fantasía, sin las cuales el peculiar arte vivaldiano obviamente
se resiente. Bajo el epígrafe “Los
conciertos del adios”, el programa contenía algunas de las últimas
composiciones del artista, procedentes de ese sórdido período en que, acuciado
por las deudas y el incipiente descrédito de su música, debió abandonar Venecia
en un desesperado viaje a la corte de Viena —del que jamás regresaría—, con la
pretensión de ser recibido por el emperador en búsqueda de nuevos horizontes
compositivos. Nada salió bien, el encuentro no tuvo lugar y el luto por el
repentino fallecimiento del monarca propició el cierre de los teatros de ópera.
No es posible imaginar lo que pudo sufrir el Prete en aquellas tristísimas
circunstancias de obligado y menesteroso exilio que antecedieron a su muerte en
1741.
En
fin, adentrándonos en el meollo del concierto, señalar que nuestro grupo
ofreció unas interpretaciones muy notables, con algunos puntos de valoración sobresaliente:
así la del Concierto para dos violines op.3, nº8, perteneciente a su colección L´estro
armonico, fue un prodigio de energía, aliento expresivo y refinado y
virtuosístico tratamiento de las voces. Sumamente bella fue, asimismo, la del
único en su especie y magistral Concierto
para viola d´amore y laúd, RV 540, datable en marzo de 1740 y que habría
sido ejecutado —junto con la también programada sinfonía “Il coro delle muse”, RV 149— con motivo de la visita a Venecia del Príncipe
Elector de Sajonia. Pese a alguna desafinación prácticamente inevitable y
cierto desequilibrio de volumen por la inferior presencia del laúd utilizado,
logró reseñables cotas de delicadeza y concentrada emoción . En cuanto a los
tres conciertos para violín solista, Biondi optó por un papel protagonista muy
contenido para imbricarse en el conjunto orquestal. Me gustó especialmente la
transida y melancólica intensidad alcanzada en el movimiento lento del RV 222,
“dedicato alla Signora Chiara”, una
de las célebres violinistas del Ospedale della Pietà. Junto a ello, tres
ejemplares obras de carácter sinfónico —recordemos que en Vivaldi el término
sinfonía no significa más que concierto para orquesta sin solista, que solía
servir como obertura de ópera— redondearon el canónico discurso dictado por Europa Galante, y una jugosa anécdota
final relatada por Biondi —en perfecto español— sobre la hipotética posibilidad
de que un jovencísimo Haydn actuase en el coro de niños participante en la misa
vienesa por la muerte del veneciano, precedió a la conclusiva muestra de un
temprano y vivaz divertimento del grandioso compositor austríaco.
© Álvaro César Lara, 2017 - Todos los
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