Espacio destinado a la divulgación de mi obra poética. También muestra algunas de mis preferencias literarias, musicales, cinematográficas o artísticas en general.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

DAVID AFKHAM: PROYECTO O.N.E.

  Si alguna vez me viese en la improbable tesitura de tener que elegir un repertorio definitivo para enjuiciar la calidad de una orquesta sinfónica, creo que me inclinaría por el del clasicismo, y en particular por Mozart. Sea esto o no un disparate, viene a cuenta del nuevo director titular escogido para la Orquesta Nacional de España, el más que prometedor David Afkham (Friburgo, 1983), que después de haber dirigido varias veces a la agrupación en la anterior campaña, comienza a hacerlo en esta nueva ya oficialmente como tal.              
                                                                                                                                                      
  Pues bien, las sensaciones al respecto siguen siendo parecidas a las que tuve el pasado curso, esto es, que la elección no ha podido resultar más afortunada. En efecto, el joven músico exhibe unos muy propicios modos de transmisión del mensaje musical, conjugando felizmente vigor y elegancia, fluidez y detallismo, respeto a la tradición y humilde fidelidad a los requerimientos demandados por la partitura. El porte físico le favorece, no vamos a negarlo, con esos larguísimos brazos batidos con amplitud, pero obviamente la música es la música, y cuando antes hablaba de elegancia me refería tanto a la física como a su desenvoltura de fraseo y a una acrisolada plasticidad sonora. Tal último aspecto, en el concierto que motiva este artículo, se pudo apreciar en la atractiva exposición de las cualidades más camerísticas de las obras ejecutadas: en efecto, tanto el Concierto para piano y orquesta nº 20 de Mozart como la Sinfonía nº 1 de Brahms incorporan bellísimos episodios de viento-madera y, en el caso del maravilloso andante sostenuto de la segunda de ellas, también de violín. A propósito de Brahms, no debemos pasar por alto el simbólico hecho —reclamado por el propio Afkham como aleccionador modus operandi—, de haber incluido a comienzos de temporada una composición fruto de tan meditado proceso creativo, que llevó a su autor a debutar en el género habiendo ya cumplido los cuarenta.
  No poco trabajo por delante tiene, como es natural, el nuevo director, que públicamente ha manifestado su fijación en el riguroso acervo germánico como centro neurálgico del edificio, a partir del cual poder ir reforzando aquellas facetas menos logradas del conjunto. Y aquí es, precisamente, adonde quería ir a parar antes al referirme a Mozart: en la obra reseñada, uno de los conciertos más apesadumbrados del salzburgués, la cuerda adoleció de cierta debilidad en varios pasajes, hecho que restó dramatismo y contundencia a la sobresaliente lectura efectuada por el formidable pianista noruego Leif Ove Andsnes. Y es que en Mozart es tal la transparencia y perfección de su escritura que cualquier deficiencia interpretativa es casi imposible de ocultar.
  

 © Álvaro César Lara, 2015 - Todos los derechos reservados

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