Espacio destinado a la divulgación de mi obra poética. También muestra algunas de mis preferencias literarias, musicales, cinematográficas o artísticas en general.



jueves, 23 de abril de 2020

LECTURA DE BIENVENIDA A "CURSO DE BUCEO"

El pasado 21 de abril estaba fijada la presentación de mi último poemario, "Curso de buceo" (ed. Lastura), de la mano del poeta Rafael Soler y de Lidia López Miguel.
Como desgraciadamente no ha podido ser, para al menos darle la bienvenida pública leo aquí uno de sus poemas. Espero que os guste.

lunes, 6 de abril de 2020

EL POETA EN SU VOZ



A finales de los 80 y primera mitad de los 90 existía un espacio en Rtve, de unos quince minutos de duración, titulado “El poeta en su voz”, donde figuras representativas de la poesía española de entonces, tras una breve semblanza introductoria, leían poemas suyos desde diversas localizaciones, comenzando acaso en un rincón o paisaje pintoresco de su ciudad para concluir en el salón o despacho de su propia casa. Creo recordar que el dedicado a Alberti fue el primero que vi, pero también quedaron en mi memoria los de Luis García Montero, Valente, Gamoneda, José María Álvarez, Claudio Rodríguez, Celaya, Gil de Biedma, Ángel Crespo, José García Nieto, Luis Rosales... Aquel era, cómo no, un programa maltratado por minoritario, emitido a menudo de tapadillo, con alevosos cambios en su hora de emisión e inadvertidas omisiones, de las que algunos tratábamos de defendernos programando el VHS. Actualmente se pueden localizar en la web algunos de aquellos testimonios.

 Esto viene a cuento porque nunca he acabado de ver claro que la lectura de poemas por el propio autor sea la forma más recomendable de transmitir su mensaje poético, del mismo modo que el dramaturgo no acostumbra a subirse a las tablas para representar personajes de sus obras. Sin embargo, me consta que a muchos poetas sí les satisface hacerlo y lo hacen estupendamente: Hierro, por ejemplo, era uno de ellos, y creo que tal preferencia, en su caso, no era ni mucho menos cuestión de ego.

 A mí, como poeta, no suele proporcionarme un especial placer escuchar poesía en la voz de sus creadores, salvo que —y ese aspecto es crucial— conozca los poemas de antemano, y por ello me sorprende que haya personas, incluso ajenas al mundo de la poesía, que me digan lo contrario, y que me pidan “en frío” que les lea mis poemas... pero bueno, si están dispuestos a tolerar mi voz no tengo inconveniente.

 En fin, valga dicha mínima introducción como preludio al siguiente vídeo selfie, subido a Facebook con motivo del séptimo aniversario de la editorial Lastura. En él leo un poema perteneciente a mi recién publicado “Curso de buceo” (Colección Alcalima, nº 165), y que lleva por título “Métodos estadísticos”. 



© Álvaro César Lara, 2020 - Todos los derechos reservados



jueves, 26 de marzo de 2020

NOTA SOBRE LA PRESENTACIÓN DE "CURSO DE BUCEO"

Se os comunica que, habida cuenta de la situación excepcional de alarma por el Covid-19, la presentación del poemario, prevista en principio para el 21 de abril, se pospone para más adelante.

En cuanto sea posible notificaré nueva convocatoria.

Muchas gracias a todos.

martes, 10 de marzo de 2020

CURSO DE BUCEO

El próximo 21 de abril tendré el honor de presentar mi quinto poemario, "Curso de buceo", junto al personalísimo poeta Rafael Soler y a la editora Lidia López Miguel. 

En principio será en la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro madrileño, a las 19 h, salvo imprevistos ocasionados por el infausto virus que anda suelto. Allí os esperamos.

Un querido proyecto hecho de memoria y sentimiento, que ve la luz gracias al encomiable apoyo de la editorial Lastura, en cuya espléndida colección Alcalima de poesía viene a insertarse con el número 165 de la misma.


sábado, 29 de febrero de 2020

LECTURA SANA



Inédito.


Registro en Safe Creative.
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viernes, 21 de febrero de 2020

JUEGO DE MANOS

De "Pasadizos y murallas". Ed. Vitruvio, 2016.

© Álvaro César Lara - Registro en Safe Creative. Todos los derechos reservados.

lunes, 20 de enero de 2020

LA ÚLTIMA CURVA

De "Campos visuales" (Imagine ediciones, 2003)


© Álvaro César Lara - Todos los derechos reservados.
Registrado en Safe Creative.

domingo, 5 de enero de 2020

REGRESO AL HOGAR



De "Campos visuales". Imagine ediciones, 2003.

© Álvaro César Lara - Todos los derechos reservados.

jueves, 5 de diciembre de 2019

MERECIDO DESCANSO

Un antiguo poema que me animo a rescatar.
(En "Campos visuales". Imagine ediciones, 2003)



Foto: Beatrice Castoriano


© Álvaro César Lara, 2019 - Todos los derechos reservados.


miércoles, 20 de noviembre de 2019

MADUREZ: UN POEMA DE MARIO LUZI


 Presentamos un poema de la primera época de Mario Luzi (1914-2005), encuadrada en la corriente del “hermetismo”. Se trata de un movimiento poético italiano próximo a los preceptos de la denominada “poesía pura”, impulsor de un estilo caracterizado por su fuerte carga evocadora y una utilización deliberadamente oscura de la analogía. Asimismo, son rasgos definitorios su elaborado trabajo de la forma y el cultivo de imágenes de gran expresividad y belleza, a menudo de neta filiación onírica.

 Nos encontramos, pues, con un material esquivo, simbólico, difícil en su lengua originaria y, por supuesto, de ciertamente compleja traducción: en nuestro caso hemos optado por suavizar algo su marcado carácter antirretórico —cuya sintaxis lleva con frecuencia a prescindir de artículos— en aras de una mayor calidez expresiva. Se mantiene, sin embargo —y en lo posible— la dimensión y cadencia del verso, persiguiendo una deseable equivalencia de estilo.



Tal vez menos conocido fuera de Italia que los “nóbeles” Montale y Quasimodo, o que Ungaretti, Gato, Pavese o Campana, la poesía de Luzi atesora una enorme calidad y riqueza. Por ello, agradezco sobremanera a mi amigo Alberto Giachetti el habérmela dado a conocer, elaborando a mi solicitud un primer borrador de traducción del poema que sigue, cuyo resultado definitivo es fruto de una tarea, a la par, tan dificultosa como reconfortante.


Texto original



© De la traducción: Álvaro César Lara, 2019 - Todos los derechos reservados


jueves, 17 de octubre de 2019

MIENTRAS DURE LA GUERRA


Karra Elejalde como Unamuno
No es en absoluto sencillo, ni carente de riesgo, abordar desde la ficción asunto tan traumático como el de la Guerra Civil Española, responsable aun a día hoy de viscerales diatribas, a menudo entabladas más sobre la base de la historia familiar de cada uno que de un desapasionado y riguroso análisis de los conflictos desencadenantes de la tragedia. Y aún menos lo es utilizar para tal cometido, como gozne metafórico del conflicto entre las dos Españas, una figura tan proteica e irreductible como la de Miguel de Unamuno, que tuvo, entre otras vocaciones, las de filósofo, catedrático de griego, polemista, viajero, concejal, novelista, dramaturgo y poeta, todas ellas presididas por su radical incorformismo.

Conocido es el unamuniano cambio de postura frente al alzamiento nacional, desde su incipiente apoyo a su muy pronta retractación, si bien, como todo en él, nada es pacífico ni monocolor, sino naturalmente cuestionado y no exento de paradojas. A ello se suma que el fallecimiento de don Miguel a poco de declararse la guerra —el 31 de diciembre de 1936— impide una completa contrastación de su pensamiento a la luz de los hechos.

En efecto, en un primer momento apoyó la sublevación al mando de aquella junta militar, atribuyéndole un destino pacificador y transitorio, pero tanto antes como depués de hacerlo mantuvo la suficiente equidistancia para denunciar los excesos de hunos y de hotros, aun desde la lealtad al régimen republicano. De ahí que apoyarse en su figura, pese al riesgo que señalábamos antes, constituya también un remarcable acierto.

No se trata aquí, sin embargo, de enjuiciar las simplificaciones —inevitables en el cine histórico— e inexactitudes —tolerables en la medida que atenten más a la letra que al espíritu— de la película de Amenábar, sino de ponderar el valor fílmico de una obra que plasma el turbulento discurrir de aquellos primeros días de la contienda. El asunto troncal, sea como fuere, no se puede calificar en algún modo de incierto, aunque lo que a mi juicio importa es la vivaz delineación de personajes, situaciones y ambientes.  

En este sentido es destacable, amén de la soberbia encarnación (o recreación) de Karra Elejalde, la bizarría en el acercamiento a un personaje tan esquivo como Franco, hasta ahora despachado, en el cine del período democrático, con meros brochazos caricaturescos. No es éste el caso, a mi modo de ver, pues lo que aquí se aprecia es un estimable esfuerzo en dotarle de entidad, por mucho que, obviamente, el director no oculte su punto de vista. A ello coadyuva el excelente trabajo de Santi Prego, que junto al resto del elenco conforma uno de los puntales de la película: y es que, desde los familiares y amistades de Unamuno, pasando por los generales y otros miembros del estamento militar —más discutible, quizá, el perfil histriónico de Millán-Astray, que por otra parte borda el genial Eduard Fernández— todo el equipo rinde de modo sobresaliente y contribuye al natural seguimiento de la trama. Y encomiable es asimismo la desenvoltura visual del director, que sin incurrir en abusos de cámara ofrece planos salmantinos de muy bella factura, en la línea de los films más recientes de su autoría, e incluso tal vez ¿es posible rastrear, en alguna secuencia, remedo de obra ajena?

En definitiva, se trata de una cinta de apreciable interés, necesaria y oportuna, hecha en mi opinión para, a lo sumo, convencer sin vencer, y con ciertos puntos discutibles, como la partitura musical del propio director —empalagosa y recurrente, cuando no inoportuna— o determinado exceso situacional oportunista, en busca del fácil compromiso del espectador.

Y termino la reseña planteando la siguiente pregunta: ¿es el Amadeus, de Milos Forman, una gran película? Por aquello del grado de tolerancia frente al rigor histórico.




© Álvaro César Lara, 2019 - Todos los derechos reservados.

martes, 24 de septiembre de 2019

ARIA VARIATA ALLA MANIERA ITALIANA, BWV 989


Poema perteneciente a "Pasadizos y murallas". (Vitruvio, 2016)






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domingo, 23 de junio de 2019

LA MÚSICA SIEMPRE





De "Lugares comunes" (Imagine ediciones, 2003)




© Álvaro César Lara, 2019 - Todos los derechos reservados


miércoles, 20 de marzo de 2019

MÚSICA DE CÁMARA


  Qué admirable es esa insólita capacidad de la música de cámara para establecer un diálogo intensísimo entre los intérpretes, de cuya inefable y manifiesta comunión se beneficia el público en el seno de un recinto apropiado. Dicho fenómeno me parece especialmente notorio cuando los instrumentos que intervienen son de la familia de la cuerda: en tal ámbito quizá sea el cuarteto la agrupación idónea, la estructura más equilibrada; la quintaesencia, acaso, de una perfecta geometría musical, a la que los compositores han venido entregando sus mayores energías.

 Pero también el trío detenta esa suprema virtud: violín y chelo, entrelazados por la voz de médium de la viola, producen una combinación de sutilezas equiparables. Y si bien el número de composiciones y prestigio son menores frente al cuarteto, no por ello el género deja de aportar algunas obras maestras a la historia de la música, como el Divertimento en mi bemol mayor, KV 563, de Mozart, única y sobresaliente aportación del salzburgués al repertorio para trío de cuerda. Cabe señalar que el motivo de ese menor interés de los autores —a partir de Haydn— hacia el trío con arcos es, probablemente, el reiterado cultivo del mismo durante el Barroco, que indujo a considerarlo después como práctica arcaizante y a su fructífera sustitución por el formato de trío con piano (piano, violín y violonchelo).  


 A propósito de la literatura camerística, el Mozart de la última etapa ofrece obras de aquilatada estilización, que permiten —con todas las reservas— entrever los sucesivos pasos que la vida le impidió dar. Incluso partituras como el mencionado Divertimento KV 563, bajo el esquema a priori más liviano de la serenata, revelan una trascendencia de la forma hacia la consecución de un calado expresivo superior: véase, como ejemplos, su bellísimo, grave y acuoso adagio; la trabada arquitectura de un movimiento inicial que no empaña su límpida escucha; o ese soberbio planeamiento del ritmo que encontramos en el allegro conclusivo.

 Y qué estimulante es partir desde ese Mozart maduro hacia el primer Beethoven, pleno de encanto y reflexión sobre la música antecesora: así sucedió en la velada que propicia esta nota, sólo que en orden inverso a su cronología. En ese sentido, es verosímil suponer que su Serenata para violín, viola y violonchelo en re mayor, op. 8, tomase el modelo de la obra mozartiana citada, aunque ya he escrito varias veces sobre cómo, dentro de los patrones clásicos de su primera época, descuella ya el genio beethoveniano: su vivaz aire —por momentos cercano a lo marcial— y un disfrutable encanto melódico hubieran bastado para asegurarle un puesto de relieve en la historia. Pero la cosa iría a mayores... una primera y revolucionaria vuelta de tuerca estaba por llegar... ¡y una segunda, incalificable en su época!

 El trío de cuerda integrado por Daniel Sepec (violín), Tabea Zimmermann (viola) y el estupendo Jean-Guihen Queyras (violonchelo) rindió a magnífica altura en un programa que, amén de las obras anteriores, incluyó el Trío para cuerda del húngaro Sándor Veress (1907-1992) —alumno de Kodáli o Bartók, y preceptor, entre otros, de Ligeti—: composición de relativo interés, entre lo serial y el paradigma del folclore centroeuropeo.

  

LICEO DE CÁMARA XXI AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA | SALA DE CÁMARA

JUEVES 14/03/19

Daniel SEPEC violín, Tabea ZIMMERMANN viola, Jean-Guihen QUEYRAS violonchelo


                                                  Mozart - Divertimento KV 563 (Adagio)



© Álvaro César Lara, 2019 - Todos los derechos reservados


jueves, 24 de enero de 2019

EL MÁS PRECIADO BIEN DE LA AMISTAD


Para empezar bien el año...

De "Pasadizos y murallas" (Ed. Vitruvio, 2016)

Subido a Facebook el 2-1-2019

(c) Álvaro César Lara - Todos los derechos reservados

martes, 23 de octubre de 2018

EL CLAVE DE JEAN RONDEAU

 Si escuchásemos a Jean Rondeau desconociendo su circunstancia biográfica (París, 1991; mismo año, por cierto, que el del gran virtuoso ruso del piano Daniil Trifonov) podríamos sospechar de un clavecinista maduro, asentado, que interpreta las obras con esa profundidad y sabiduría esperables en quienes despliegan el bagaje de una fecunda trayectoria y de un amplio período de sedimentación y estudio. En suma, de un músico experimentado cuya exquisita técnica está solo y exclusivamente al servicio de una determinada concepción intelectual de las partituras.

 Claro está, sin embargo, que sustentar dichas virtudes únicamente sobre la base del estudio y la praxis interpretativa sería una estupidez si a ello no se sumara un aparato técnico de primer orden, como es el caso. Alumno durante una década de la gran clavecinista Blandine Verlet, Rondeau posee en la actualidad un admirable control del tempo ejercido desde una articulación muy nítida, que le permite desentrañar sin dificultad las líneas contrapuntísticas en ambas manos, faceta obviamente primordial en la obra bachiana.

 En efecto, con obras de Froberger y Bach se presentó en la Fundación Juan March para dar por concluido el ciclo Partitas bachianas, interpretando una partita (o suite: el término es en esencia equivalente) de Froberger, dos transcripciones de obras del Cantor de Leipzig —de la Partita en La menor para flauta sola, BWV 1.013, y de la inmensa Chacona contenida en la Segunda partita para violín, BWV 1.004— así como su maravillosa Partita nº 2, una de las composiciones, a mi juicio, más hermosas del alemán, lo que es mucho decir. Pues bien, nada más sentarse, el francés ya dejó perfilados los valores que antes reseñábamos, abordando sutil y reposadamente a Johann Jakob Froberger, un antecesor de Bach más que correcto, aunque a mucha distancia de su continuador. Me parece encomiable, asimismo, su enfoque mesurado y profundo, la pulsación transparente, el muy bello sonido —beneficiado por el estupendo clave de que dispuso: una copia de un instrumento Taskin de 1769, construido por Keith Hill en 2001—, una formidable adecuación estilística y un no menos desenvuelto fraseo cantabile, que permite paladear la música sin precipitaciones. En esta línea podemos evocar a Leonhardt, y no a ciertos clavecinistas de renombre a los que alguna vez hemos visto presa de enfebrecidas aceleraciones.

Jean Rondeau
 A propósito, viene muy bien escuchar a Bach partiendo de uno de sus predecesores, puesto que nunca deberíamos acostumbrarnos a tal culmen de grandeza: no descubro nada si afirmo que es una música tan asombrosa por arquitectura —y pasmosamente versátil, pues lo mismo logra conformar límpidos universos a partir de una  exigua cuantía de elementos que valiéndose, por contra, del más enrevesado contrapunto— como por su conmovedora expresividad y calado espiritual, que la lleva a situarse múltiples veces por encima de los instrumentos para los que se concibiera. (Sin embargo, ello no obsta para que a su vez fuese un espléndido conocedor de las posibilidades de cada instrumento: citemos como ejemplos su fascinante dominio de los registros del órgano o la exquisita policromía instrumental de los episodios solistas en sus cantatas).

 No extraña, entonces, que posiblemente sea el compositor con más transcripciones en su haber, tanto propias como ajenas, al igual que también él mismo transcribió la música de otros autores, como Vivaldi o Alessandro Marcello. Y no deja de ser irónicamente coherente, a este respecto, que la última obra en la que trabajaba cuando falleció, El arte de la fuga, quedase sin instrumentar: ¿hubiera llegado al fin a hacerlo o la hubiese dejado abierta deliberadamente?

 Esto último viene a cuento de las dos transcripciones programadas en nuestro recital, que, antes de la propina con la que concluyó —Las barricadas misteriosas, de François Couperin— sonaron maravillosamente —no en vano ambas pertenecen a su aclamado álbum Imagine— en las manos de este músico joven que no lo parece tanto, una vez nos abstraemos sin esfuerzo de su indisimulable condición.

Jean Rondeau, clavecín - Obras de Johann Jakob Froberger y Johann Sebastian Bach 
Fundación Juan March, Madrid, 20 de octubre de 2018



           J. S. Bach: Suite para laúd nº 2 en Do menor, BWV 997 (arr. Jean Rondeau) : I. Preludio

                                        François Couperin - Las barricadas misteriosas

                                   
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domingo, 30 de septiembre de 2018

VERANO DE 1739

  
  La tecnología actual me permite, por fortuna, ilustrar musicalmente uno de mis poemas más queridos (del libro "Campos Visuales", ed Imagine 2003), donde recreo un plausible encuentro entre los compositores J.S. Bach y Sylvius Leopold Weiss.


  La pieza musical escogida es la chacona de éste último, en una excelente versión a cargo de José Miguel Moreno al laúd. (Pinchar en la foto para ver el texto ajustado al tamaño).






Fuente: https://youtu.be/6f0PLMyM4m0
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domingo, 9 de septiembre de 2018

LA VUELTA AL MUNDO








De mi libro "Pasadizos y murallas" (Ed. Vitruvio, 2016).
    Subido a Facebook el 3 de septiembre de 2018

jueves, 9 de agosto de 2018

PATERSON





¿ Qué es Paterson ?

¿ Un libro, una ciudad, un personaje... ?

Todo eso y más: es un canto a la sencillez poética de lo mínimo, al despojado amor que alienta en lo cotidiano, al necesario distanciamiento irónico frente a la vida, a la ilusión -acaso ingenua- que rasga el velo del conformismo... 

Paterson demuestra cuán simple puede llegar a ser lo más complejo, cómo la belleza fragua antes en los ojos de quien mira, y hasta qué punto la felicidad individual es, esencialmente, una cuestión de empatía.




Post subido a Facebook el 7 de julio de 2018

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A PARTES IGUALES



De "Pasadizos y murallas" , ed. Vitruvio, 2016

Subido a Facebook el 7 de julio de 2018

MI QUERER





De "Campos visuales", Imagine ediciones, 2003

Subido a Facebook el 18 de mayo de 2018

FÁBULAS



De "Pasadizos y murallas" (ed. Vitruvio, 2016)
Subido a Facebook el 12 de abril de 2018

domingo, 27 de mayo de 2018

MOZART EN MANOS DE AFKHAM


La genialidad mozartiana en el terreno sinfónico se decanta definitivamente a partir de su sinfonía nº 38 “Praga”, culminando en esa suerte de inefable trilogía que conforman las últimas que salieran de su pluma. Anticipos de clarividencia teníamos ya en la vertiginosa nº 25, anclada relativamente en el estilo Sturm und drang, pero el milagro que acreditan las nº 39-41 pertenece al más excelso olimpo artístico. Redactadas de corrido durante el verano de 1788, sin que para ello se conozca más motivación que la estrictamente personal, son epítomes de cuanta grandeza alcanzase Mozart en la última década de su vida, sea cual sea el género musical en el que reparemos.

  Que David Afkham propusiera abordarlas en única sesión y en la sala de cámara del Auditorio Nacional constituye una cierta excepcionalidad por duplicado, dado que ni es frecuente interpretar estas tres obras en un mismo programa ni tampoco la ONE es precisamente una orquesta de cámara. Razones para ello tendrá, aunque paradójicamente la plantilla que dispuso tampoco es que fuera en extremo reducida: tratándose de obras del Período Clásico incluso menores dimensiones hubieran sido defendibles; prueba de ello es el elevado volumen sonoro que, con respecto a la sala, exhibió la agrupación.   




  La primera parte –sinfonías 39 y 40– sentó las bases del que iba a ser el enfoque interpretativo del concierto: tempos muy vivos –por momentos acelerados–, acentos rotundos, metales descollantes e incisivas maderas, echándose en falta un más flexible criterio agógico y esporádicas pinceladas de refinamiento, especialmente en los movimientos lentos de ambas obras. Ciertos pasajes parecieron quedar cortos de aliento y dejarnos al borde de la precipitación, pese a que el impulso, claridad y energía orquestales propiciaron acendrados rasgos de elocuencia. Los Menuettos, por su parte, se ejecutaron con aérea y vivaz ligereza, atendiendo a criterios próximos al historicismo, postura que también se evidenció en la satinada prestación de trompas y trompetas. Un error de puesta en escena, en mi opinión, fue el riguroso encadenamiento de ambas sinfonías, sin pausa alguna, impidiendo que la audiencia reposara la escucha entre una y otra. Desconozco las intenciones de Afkham para tan arriesgada decisión, que operó en menoscabo de un disfrute más cabal y placentero de las composiciones: ¿tal vez recrear el modo de ejecución de la época? ¿evitar aplausos intermedios? Y si es así, ¿con qué fin y a qué coste?

  En cambio, para el Allegro vivace inicial de la 41 adoptó a mi juicio un tempo más ajustado, de marcados acentos y plausible manejo de voces, acordes y silencios; en tanto que el Andante cantabile navegó algo lejos de esa exquisita sutileza que encontramos en otras versiones, pese a dibujar con penumbroso y bello énfasis las parcelas más sombrías, típicas del último Mozart. Un Allegretto vivo, en la línea de los Menuettos de las sinfonías precedentes, y un Molto allegro contundente, aun sin comprometer la claridad discursiva de las líneas de contrapunto, pusieron fin al ardiente concurso matinal de tan espeluznantes obras maestras.


WOLFGANG AMADEUS MOZART: SINFONÍAS 39, 40 & 41
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA
DAVID AFKHAM, Director

Auditorio Nacional de Música, Sala de Cámara
Madrid, 20 de mayo de 2018.


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domingo, 29 de abril de 2018

HABLADURÍAS

(Poema perteneciente a Campos visuales, ed. Imagine 2003)


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domingo, 1 de abril de 2018

LA WATER MUSIC DE HAENDEL, POR THE KING´S CONSORT


  De la popularísima Water Music no disponemos de ningún manuscrito acreditativo sobre el modo en que pudo ejecutarse durante aquella mítica jornada del 17 de julio de 1717, donde unas cuantas barcazas reales surcaron el Támesis navegando desde Whitehall a Chelsea. Abordo de una de ellas se encontraba el monarca Jorge I, que al parecer quedó enormemente satisfecho de la música compuesta por George Frideric Haendel para el festejo, e interpretada desde otra de las embarcaciones por un grupo bastante nutrido de músicos. Por entonces, la reputación del intrépido alemán de 32 años era ya floreciente en Inglaterra, debido en buena parte a la formidable acogida londinense de su ópera Rinaldo pocos años atrás, allá por 1711.

G. F. Haendel

  En la práctica, tal incertidumbre histórica se ha convenido en resolver mediante la agrupación de las piezas en tres suites de danzas para trompa, trompeta y flauta, respectivamente. Así lo planteó Robert King al frente de su estupendo conjunto The King´s Consort, en una interpretación de muy alto nivel. El grupo británico secundó fielmente las puntillosas, precisas e inspiradas indicaciones de su fundador, que dotó al conjunto de una idiomática y solvente  arquitectura, no exenta del refinamiento, flexibilidad y elegancia ahormados por el genial compositor a través de un variopinto mosaico de timbres y colores, así como de una prolífica amalgama de ritmos, danzas y melodías sugerentemente hilvanados. En las dos primeras suites, las trompas y trompetas proveen estratégicos matices de rutilante jovialidad –espléndidas las diversas intervenciones solistas, de gran dificultad técnica al tratarse de instrumentos naturales, sin llaves de regulación–, mientras que la suite de flauta evoca una pastoril atmósfera de relajamiento y sosiego –magnífica la sutil e imaginativa intervención de la violinista / flautista Rebecca Miles–, probablemente pensada para un momento de solaz posterior al desembarco. Desconocemos si Haendel compuso todo ello ad hoc o si quizá adaptase alguna obra suya anterior, pero en cualquier caso los resultados fueron óptimos: no es de extrañar pues que el rey resultara extremadamente complacido y ordenase varias veces la repetición de determinados pasajes.
  A poco que uno haya escuchado la Water Music en grabación o concierto, sabrá que habitualmente se acompaña con la Música para los reales fuegos de artificio, partitura encargada con ocasión de la firma del tratado de Aquisgrán en 1749 entre Francia e Inglaterra. Haendel contaba entonces nada menos que con 64 años, de modo que la distancia cronológica entre ambas creaciones es abismal, por más que la vivaz rúbrica de nuestro compositor permanezca completamente reconocible. Timbales y tambores aportan un conveniente aire marcial de celebración, expresado en las propias indicaciones de la partitura (La Paix, La Réjouissance). El maestro King ofreció la modalidad más sobria de la obra, con plantilla de menor formato que la original, en una interpretación de convincente desenfado, precedida de una breve suite con motivos de Les Boréades, la última tragedia lírica escrita por Jean Philippe Rameau.



AUDITORIO NACIONAL DE MÚSICA
DOMINGO 25/03/18
THE KING’S CONSORT
ROBERT KING, clave y dirección


  ART KING,

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