Espacio destinado a la divulgación de mi obra poética. También muestra algunas de mis preferencias literarias, musicales, cinematográficas o artísticas en general.



sábado, 16 de junio de 2012

EL MALO DE LA PELÍCULA


  Después de haber explicado en los dos artículos anteriores algunos conceptos económicos que nos permiten comprender cómo hemos llegado adonde hemos llegado, pretendo ahora poner en cuestión ciertas frases relativas a nuestro sector público –el malo de la película– que oímos machaconamente en los medios de comunicación, y que acaban calando en la población como consignas ineluctables:


  1: El elevado nivel de gasto público de la economía española se situó por encima de nuestras posibilidades y nos condujo hacia la actual crisis: para algunos políticos europeos, equiparar Grecia a España en ciertos momentos ha venido bastante bien: porque en aquélla sí que hubo bastante irresponsabilidad fiscal: sus déficits han sido reiterados en la última década, y su nivel de endeudamiento no ha dejado de ser desmedido. Pero recordemos: España tenía superávit presupuestario al inicio de la crisis; por tanto, el déficit presupuestario no puede ser la causa del problema, sino una consecuencia de la propia crisis. Más bien habría que decir que fueron los niveles de endeudamiento privado los que sí se situaron por encima de nuestras posibilidades: pero, ¿quién alimentaba este proceso? ¿acaso ello no les venía bien a los bancos? ¿ponían pegas en seguir dando créditos cuando a la vista estaba que aquella espiral crediticia no podría mantenerse?

  2: El estado español adolecía de un elevado nivel de endeudamiento: al contrario, lo que hubo y hay es un elevado nivel de endeudamiento privado, generado a la par que se inflaba la burbuja inmobiliaria, como expuse en los anteriores artículos. Por contra, antes del estallido de la burbuja, la relación deuda pública/PIB se mantenía en niveles razonables, menores que en países como Alemania. Y hoy tampoco es disparatada, pues sigue estando por debajo de la media de la eurozona.

  3: La disciplina presupuestaria y la reforma laboral crearán empleo: en todo caso facilitarán las cosas a medio y largo plazo, pero los problemas coyunturales son demasiado urgentes. Sin poner en discusión la salubridad que proporcionan unas finanzas públicas equilibradas, lo cierto es que se necesitan mayores plazos para llevar a cabo el ajuste, acompañados de mecanismos financieros homogéneos (como, por ejemplo, hubieran debido ser los eurobonos, que tendrían que haber acompañado al euro desde el mismo momento de su creación) y no reiterados sacrificios drásticos que generan los consabidos efectos: recorte del gasto público → deterioro del PIB→  deterioro de los ingresos públicos → subida de impuestos → deterioro del consumo → nuevo deterioro del PIB → mayor desconfianza de los mercados, y así ad infinitum.

  4: Los inversores desconfían de la solvencia del sector público español: sobre esto creo pertinente mencionar que en las subastas del tesoro público no suele haber problemas para colocar los volúmenes de deuda solicitados (con la prima de riesgo correspondiente). Si la desconfianza de los inversores recayera sobre la capacidad del estado para devolver su deuda no sería posible recibir financiación. Por tanto, las causas de la desconfianza hay que buscarlas más allá del comportamiento del sector público: los mercados de lo que realmente desconfían es de las economías que ni crecen ni ofrecen perspectivas de hacerlo.

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